Capítulo V

Han trancurrido dos años. La guerra se extiende por regiones cada vez más vastas y más amplias. En viajes sin pausa la pe­queña carreta de Madre Coraje atraviesa Polonia, Moravia, Baviera, Italia y nueva­mente Baviera, 1631. La victoria de Tilly en Magdeburgo le cuesta a Madre Coraje cuatro camisas de oficial.

La acción se desarrolla en una aldea, hecha añicos por las balas. Allí está estacio­nada la carreta de Madre Coraje. De lejos óyese débilmente una marcha militar. Dos soldados están junto al mostrador y son atendidos por CATALINA y MADRE CO­RAJE. Uno lleva un tapado de pieles, de mujer.

Madre Coraje. ¿Qué ¿No puedes pagar? Si no hay pla­ta no hay aguardiente. Saben tocar marchas triunfales, pe­ro pagarles la soldada no.

Primer Soldado. Quiero mi aguardiente. Llegué tarde para el saqueo. El General nos hizo trampa y sólo nos dio una hora para saquear la ciudad. Dijo que no es un mons­truo. La ciudad le habrá pagado algo.

Capellán. (Viene tropezando). En el patio yacen unos cuantos. Una familia de labriegos. Ayúdeme alguno. Ne­cesito hilas.

(El segundo soldado se va con él. Catalina se excita enormemente y trata de persuadir a su madre de que entregue lienzo para las hilas).

Madre Coraje. No tengo más. Vendí todas las hilas al regimiento. No voy a rasgar mis camisas de oficial para ellos.

Capellán. (Gritando de lejos). ¡Hilas, he dicho, nece­sito hilas!

Madre Coraje. (Se sienta en la escalera de la carreta para impedir que Catalina suba a ella). Yo no doy nada. Esa gente no va a pagar, como que no tiene con qué.

Capellán. (A una mujer a la cual transportó hasta allí). ¿Por qué os quedasteis en medio del tiroteo?

Campesina. (Débilmente). Mis animales.

Madre Coraje. ¡Estos no se van de lo suyo! Y ahora estoy yo para largar lo mío. Ni que me maten.

Primer soldado. Son protestantes ¿Quién les manda ser protestantes?

Madre Coraje. La religión les importa un comino aho­ra. Han perdido su granja, eso es todo.

Segundo soldado. No son protestantes. Son católicos como nosotros.

Primer soldado. No podemos sonsacarlos durante el tiroteo.

Campesino. (Conducido por el Capellán). Mi brazo está perdido.

Capellán. ¿Dónde están las hilas?

(Todos miran a Madre Coraje. Ella no se mueve).

Madre Coraje. No puedo dar nada. ¡Con los impuestos que hay, y las aduanas, y los diezmos, y los sobornos! (Ca­talina articula sonidos guturales y alza una tabla, amenazando con ella a su madre). ¿Se te ablandó la sesera? ¡De­ja esa tabla o te suelto un bofetón, cachivache! No doy nada y no me da la gana: tengo que pensar en mí misma. (El Capellán la alza en brazos y la sienta en el suelo. En seguida busca y saca las camisas de la carreta y las rasga). ¡Mis camisas! ¡De medio florín cada una! ¡Estoy arruinada!

(Den­tro de la casa se oye una voz infantil angustiada).

Campesino. ¡Todavía está dentro el chiquillo!

(Catalina entra corriendo en la casa).

Capellán. (A la mujer). ¡Quédate acostada! Ya lo están sacando.

Madre Coraje. ¡Retenedla, el techo puede desplomarse!

Capellán. Yo no entro más.

Madre Coraje. (Debatiéndose entre dos sentimientos). No despilfarre de esa manera mi lienzo costoso! (El se­gundo soldado la retiene. Catalina trae de entre las rui­nas un niño de pecho). ¿Ya encontraste, a Dios gracias, otro lactante para andar llevándolo en brazos de acá para allá? En el acto lo vas a devolver a la madre, porque si no tendré la eterna escaramuza para lograr quitártelo. ¿Me oyes? (Al segundo soldado). No mires como un bobo. Me­jor será que te vayas para allá detrás y les digas que ter­minen con la musiquita, que aquí no más ya me doy bas­tante cuenta de su triunfo. ¡Puras pérdidas me ocasionan vuestros triunfos!

Capellán. (Vendando). La sangre no se para.

(Cata­lina mece a la niña y le balbucea una canción de cuna).

Madre Coraje. Miradla: ahí está sentada, dichosa en medio de toda la miseria. A ver si lo devuelves en el acto, que la madre ya está volviendo en sí. (Descubre al primer soldado, que, habiendo hecho un asalto a las bebidas, quie­re escaparse con una botella). ¡Espérate perro!. ¿Acaso quieres seguir triunfando, bestia? Pagarás.

Primer soldado. No tengo con qué.

Madre Coraje. (Le arranca el abrigo de pieles). Al me­nos déjame el abrigo; ¿qué más da si lo robaste?

Capellán. Ahí abajo yace otro más.